jueves, 1 de noviembre de 2007

paisaje 1

“Mi ojo tiene sus razones”

Creo que mi ojo tiene un arbitrario criterio de selección./ Obviamente hubo más paisaje alrededor, /imposible que sólo fuéramos ella y yo en el rompeolas.// Soy de repeticiones, como todos. Entonces puedo suponer que/ si hubo niebla/ le dije: botes en la bruma pueden ser sólo reflejos, espejismos,/ y le mencioné el antiguo haiku de Harumi:/ `Entre la niebla/ toco el esfumado bote./ Luego me embarco´./ Si hubo sol/ le tomé fotografías con el hueco de la mano y acaso la azoré/ diciéndole: posa con los senos hacia el viento./ Si pasaron gaviotas y ella las admiró, le recordé/ que eran aves carniceras y que únicamente su feo canto es honesto./ Mi ojo todo lo veía, no descartaba nada./ Entramos en el mar por el rompeolas de rocas cortadas. /Sobre una roca saliente ella recogió su falda/ y deslizó sus pies hacia el agua./ Sus muslos desnudos hallaron comodidad en la piedra.// Era particularmente raro / el contraste de su muslo blanco contra la roca gris: / su muslo era viviente como un animal dormido en el invierno, / la roca era demasiado corpórea y definitiva. // Hubiera querido inscribir mi poema en todo el paisaje, / pero mi ojo, arbitrariamente, lo ha excluido / y sólo vuelve con obsesiva precisión / a aquel bello y extremo problema de texturas: / el muslo / contra la roca".

(José Watanabe, El Huso de la Palabra, Lima, Segluso editores y Editorial Colmillo Blanco, 1989)

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